lunes, 4 de junio de 2007

El Ahogado

Eran las cuatro de la tarde, solo las cuatro y el río tajo enseñaba su color aterciopelado en verde nada trasparente y bajo su injusta belleza se guardaba, para si, la trampa de la guadaña y con ella, cobrarse una victima.
Victima del alcohol y del agua. Se puede morir injustamente y hacerlo en seco o en una cama, pero morir a la sazón del paso de patos y pochas de agua, resulta poco comprensible. Innecesario para comprenderlo y difícil de digerir cuando te topas con un hijo, también afectado por el alcohol que llora de rabia por no poder recuperar a su padre al que tenía cogido de la mano cuando este, casi sin conocimiento se lanzó al agua, para encontrarse con su final.
Un hijo como nosotros que ve como la muerte se lleva sin sorpresas a un padre ebrio, enjuto e insignificante a los ojos de otros que mueren lejos del río.
Un lección de la vida cruda que nos ha dejado como espectadores sin juicio, buscadores de muertos y recuperadores de huesos y carnes que ya no respiran ni lloran ni se rien.
Nos dejan manejarlos y transportarlos al saco y nos dejan sin palabras sin actos, nos alejan del normal sucumbir respirando ciudadanía para adentrarse por el cañón de la luz hacia el limbo menos deseado.
Algo mas que tristeza aparece en la memoria de los que allí estábamos, algo mas que desaliento en un baile de miradas y silencios sin preguntas ni respuestas. Solo respirábamos y mirábamos dentro del trabajo a hacer y no nos quedaban mas ánimos que la espera y la llegada del ya no vivo y el lamento de un hijo desaparecido de la bondad escondido en un infierno de dudas sobre el terror de la imagen, ultima imagen, de su padre desapareciendo entre el terciopelo verde de un río traidor que no hizo nada por una vida ni por su muerte. Siendo espectador natural de este frenesí que cautiva y da mas miedo que sorpresa.
Ahora no seria bueno pensar....