viernes, 20 de abril de 2007

CAPITULO CUARTO : A TREINTA GRADOS DE LA LOCURA


Las estadisticas médicas dicen que la cabeza del cuerpo humano no puede resistir un impacto de calor superior a los 80-85 º C.

Dicen también los médicos especializados que a partir de sesenta y cinco grados se producen golpes de calor que generan trastornos fisicos y psiquicos importantes. De ahí que se eviten contactos directos con la llama, o con la bestia almacenada en recintos con temperaturas superiores a los mil grados en la parte alta de los mismos.

Este capítulo va referido a los calores a los que el bombero queda expuesto. Los mas valientes aciertan a decir que este tipo de trabajo es un autentico chollo. Que no hacemos ni hambre para ganar el sueldo que recibimos. Los que mas nos admiran, a nuestro colectivo, dicen que es grande el riesgo y poco lo que ganamos. Los bomberos a los que nos gusta este trabajo, creo, pensamos que no es cierto ni lo primero ni lo segundo. Bien es cierto que existen días en los que no tenemos necesidad de salir a algún siniestro y también en el polo opuesto que los riesgos están valorados en caso de que ocurran y que estas situaciones límite viven asumidas en el interior de cada uno de nosotros.

Es difícil muchas veces expresar en su totalidad, la vida que llevamos en este trabajo. Es silencioso el dolor por quemaduras. Esto casi no vende.

Pero cuando hay que trabajar ninguno de nosotros vuelve la cara,ninguno dice que esta enfermo ni que mido tengo, aunque lo tenga. Aqui no es posible decir no a un trabajo.

Cuando los bomberos españoles principalmente, van a algún curso especializado a las instalaciones inglesas, quizás las mejores del mundo, para impartir clases a modo de escuela, a estos, se les someten a trampas de calor, pruebas que no harían ellos mismos . Y lo hacen porque piensan científicamente que los latinos soportamos mas y mejor el calor que otros pueblos.

El calor exagerado no es bueno para nada ni nadie, y es uno de los verdugos de este trabajo.



...................En construcción..............................................

lunes, 2 de abril de 2007

CAPITULO TERCERO : LA PERDIDA.


Cierto es que hasta el mejor de los escribientes hecha un borrón..... y mancha. Una tarde en la que nos encontrábamos sentados en el comedor practicando el arte de la cena en “Trust”, tuvimos una llamada sobre un fuego originado en un lugar complicado.

Se trataba de dos arboles, escondidos en un meandro del río con dificultad para el acceso de vehículos. Era de noche. La complejidad radicaba en la posición de esos dos arboles en llamas.

Concretamente las once y media de la noche, del mes de Julio. Una oscuridad abierta, con estrellas en el firmamento, pero el camino rural, que deberíamos de coger para llegar al lugar indicado, no aprecia.

Gastaríamos una hora en la búsqueda. Cuando aparentemente localizamos el lugar, decidimos marcharnos por un camino que en su final se bifurcaba en dos y al elegir uno de estos dos, nos decidimos por el mas recto al fuego, que resulto ser una trampa de barro.

Nada mas escoger el camino, a unos diez metros, la hierba del mismo se hundió abatida por el peso del camión entre aproximadamente una cuarta de agua. Se clavó todo lo que pudo y dejó de andar.

El fuego frente a nosotros iba cogiendo poderío, y como si se burlara, practicaba destellos en la lejanía y dibujaba sonrisas de colores dorados. Nosotros atónitos desesperábamos. Ni las maniobras para retrasar el camión solo tres metros hasta lo seco, ni las comunicaciones con nuestro parque, ni el aliviar de peso todo lo posible el camión, ni pedir incluso un milagro, nos sacaba de esta situación. Solo nos dejaba, como únicos espectadores, observando, como el fuego, terminaba su existencia en esos arboles para abandonarnos lentamente pereciendo desde los ojos atentos de cinco bomberos con barro hasta las orejas y picaduras de mosquitos por todo el cuerpo.

El fuego se había consumado, y consumido. Habíamos sido testigos de todas las fases de la bestia y nuestra mala estrella había podido incluso hasta con nuestras comunicaciones. Era como si el mundo hubiera dejado a un lado este lugar, cobijado entre maizales y siembras. Era como si alguien nos castigase por intentar inventar lo imposible.

Menos mal que la noche era una de esas abiertas, con cielo de estrellas y serena calma. Menos mal que nosotros somos una trust sin complejos y valientes en nuestras decisiones y menos mal que apareció una buena estrella y con ella conseguimos contactar con Manolo, “el abuelo”, en el parque. Esto hizo posible el rescate, que apareceriera un segundo camión para sacarnos del apuro. Pero esto también es parte de la anécdota....

El segundo camión, pilotado por Pedro, “floro”, marchó por otro camino nocturno y consiguió pasar a unos cincuenta metros de donde nos encontramos. Sin querer el encontró el verdadero camino hacia los arboles ya quemados, pero eso si, al otro lado de un canal que nos separaba, por lo que no pudimos, en primera instancia, contactar.

Como no venía decidimos dejar allí el camión (¿quien se lo iba a llevar?...) y por el camino por el que vinimos, nos fuimos andando en busca de los compañeros que habían venido en nuestra ayuda. La aventura aún continuaba....

A unos tres Kilómetros por un oscuro camino, reventado a los lados por plantaciones de maíz verde, encontramos una granja abandonada, de la que salían, como de ultratumba, ladridos de perros invisibles. ¡Dios mio!, a saber si están o no atados....

Como nos empezamos a mosquear con tales ruidos y como no se veía a mas de dos metros de distancia, nos armamos de sendos palos con los que y en un momento determinado poder defendernos del ataque esperado de estos invisibles pero feroces perros salvajes que nuestra imaginación, en la penumbra de la oscuridad, formaba con dos cabezas, garras afiladas y un hambre sin fin de carne de bombero.

Era de foto nuestra imagen. Vestidos de bombero, con picaduras de mosquitos por todo el cuello, cara de mala leche, susto por todo el cuerpo y un palo de grandes dimensiones con el que agredir al primero que apareciese....

Con este son, llegamos cerca de donde se encontraba el otro camión. Este no podía pasar porque en el camino, figúrense, había un vehículo cubriendo todo el paso. Las puertas cerradas y una pregunta colectiva ...¿que hace este auto aquí?.

Luis, “el cabeza”, comenzó a registrar el mismo y mientras, Chema, Alberto, Luisito “el ciervo”, Elías y yo intentábamos empujar este vehículo hacia atrás, las llaves se cayeron, de la rueda delantera izquierda.

Por lo visto los cazadores dejan las llaves en un lugar determinado de vehículo impidiendo así que estas se pierdan durante la cacería. Eso nos salvó de poder mover con tranquilidad el vehículo. Pero esperen que hay mas ....

Luis abrió la puerta, con las llaves, y Elías intentó subir al coche. Pero al intentar entrar pegó un salto increíble, pues nada mas abrir el portón, de dicho todoterreno, un perro, que se encontraba en el interior del coche, le miraba, mas con asombro que con fiereza....¡Este no es mi amo!.

Las primeras risas de la noche comenzaron aquí y estas no serían las ultimas.....

Hacía calor, aún mas porque el maíz alto, de unos casi tres metros, no dejaba correr nada de brisa por el camino. La ropa de trabajo y la situación nos hacía sudar a las dos de la mañana y en el coche una botella de agua mineral.....

Por fin pudimos mover el vehículo y dejar libre el paso al segundo de nuestros camiones que nos llevó triunfantes al lugar donde dejamos el vehículo embarrancado.

Ahora podríamos comenzar las maniobras para sacar del barrizal el primero de nuestros sufrimientos.

Nos agolpamos como si no cupiésemos en el interior y por el camino que va a la ermita nos lanzamos tras habernos bebido la botella de agua mineral que apareció en el interior de todoterreno, hacia el otro camión. Digo que cuando el propietario volviese y se encontrase el vehículo en otro lugar y en su techo la botella vacía, no creo que pensara que había mantenido un contacto telemático con seres de otra galaxia. Pienso que se acojonaría entre el estupor de pensar que le estaban rodando para el “Inocente Inocente” ó que algún hijo de mala.madre se había escondido tras la faena entre las sombras de los oscuro, y que seguro tendría intenciones de volver con peores pensamientos....

El caso es que nosotros llegamos hasta el otro camión, lo sacamos con mucho esfuerzo y regresamos por el mismo camino cuatro horas y media después de lo previsto, parando a hablar con el propietario del todoterreno que seguro a partir de aquel día, no volvió, solo, a regar el maíz, por la noche.