viernes, 9 de marzo de 2007

Introducción

Que yo sepa, mi abuelo fue el primer bombero de la familia. Un hombre honesto que solo sabía que los fuegos eran como una mala digestión que hay que superar. Que para todo hombre, la vida y la muerte siempre están muy cerca del fuego y que si uno es honrado, no puede, aunque carezca de conocimientos, dejar salir a la bestia y destruir todo lo que se comparte, incluso si se refiere a cualquiera de nosotros.

Mi abuelo era así. Ahora tras muchos años en soledad, sin su compañía, entiendo que mas de cien veces, él y sus compañeros, se lanzaran al vacío. Y con este detén de miedos desarrollasen esa sensación que se experimenta cuando se lucha contra el fuego. Sintiendo inclusive placer combatiendo las llamas, a veces incluso con llamas. Otras, con lo que fuese.

Entiendo que su vocación mas frustrada estaba lejos de ser la de bombero, porque mi abuelo y en su época fue uno de pocos en experimentar todas estas sensaciones con salvaje suerte. ¿Que porqué? porque los elementos no eran los que hoy por hoy tenemos, ni las posibilidades estaban tan avanzadas como quizás hoy. A los de ahora nos gustaría tener mas fuegos como los de antes. Vivir un poco como los mitos de hace cincuenta o cien años, donde todo era probable y nada se ajustaba a planes preestablecidos de antemano.

Todos tenemos al menos un abuelo al que reverenciar por su tipo y forma de pensar. Porque un abuelo, es el padre del padre, y su sabiduría nos sorprende aunque no se encuentre bajo la protección de la cultura. Y entre la gloria de esos pensamientos de amarga soledad que ha ido almacenando durante tantos años se encuentran los que experimenta cuando intenta salvar lo mas posible, razones suficientes para ver las injusticias que la vida regala en su torbellino. Y me parece que esa amarga soledad de mi abuelo, me la cedió por medio de mi madre y con ella una vocación muy especial que una generación puede dar a otra. El ser Bombero.

Quizás no alcancen a ver, desde el exterior de un fuego, lo que se experimenta cuando uno se encuentra frente a la bestia, cuando penetras entre ella, cuando mantienes dominado su espacio vital, cuando miras fijamente los colores de la bestia y cuando haces desaparecer a la bestia. Quizás y cuando de bomberos y de acciones de estos hablan entre conocidos, lo que dibujan en sus mentes, en un exceso de incredulidad, son falsos héroes de los que hablar.

Aquí no hay héroes, ¡no los hay!. Estos están muertos y los que quedan son solo bomberos.

Bien es cierto que la mala fortuna a alguno de nosotros ha privado de seguir conviviendo con algún compañero y que la presencia de su recuerdo vive en la memoria de quizás todos los demás. Pero en este trabajo donde si es cierto que pones la vida en algún límite ya no es necesario exponer como lo hacía mi abuelo, a golpe de vidas y de grandes tragedias.....

Esta va a ser, quizás, la noche mas larga de todos ustedes, los lectores de este libro, puesto que a medida que les valla explicando uno por uno, fuegos y momentos de trabajo, se irán introduciendo, en nuestra compañía, como si se encontrasen en el parque de bomberos esperando que suceda algo terrible, les aseguro que de todo el trabajo que realizamos, esperar, es lo mas duro.

Y como es bueno saber con quien anda uno, les diré que lo primero que aprendí yo en este trabajo, no fue el triángulo o tetraedro del fuego. Me lo transmitieron algunos de los mas veteranos. Lo primero que aprendí fue el tratar a las víctimas con el honor y el respeto que merecen. Quizás sea el que mas pierde, el que lo vive personalmente.

Y de las amarguras que por este motivo surgen en el interior de los corazones aunque no son propias, estas si insertan motivadas por el ambiente, por el trabajo, y por el privilegio del lugar que se ocupa en los siniestros. De ahí que, estas aflicciones, acaben compartiéndose. Por ello es probable que cuando alguien muere cerca de ti, algo de ti muere también.

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