domingo, 11 de marzo de 2007

CAPITULO PRIMERO :

CAPITULO PRIMERO :

Mi Primer Fuego Profesional.

Ahora me viene a la cabeza mi primera prueba de fuego. Coincidió que era mi primer día de servicio, con mi turno. El uno. Hay tres por cada parque y las denominaciones son, o bien numeradas (uno, dos, tres) ó alfabéticas (a, b, c).

Ya llevaba cerca de siete años intentando trabajar como bombero, siete largos años de sufrir intensamente la lejanía de mi vocación. Pensaba que el destino me había confundido con otra cosa y sentía que mi propio yo se marcharía cansado de luchar contracorriente hacia otro cuerpo, como si Platón y su teoría de la trasmigración se cegasen en mi solamente para dejarme vacío de ganas de vivir lejos de lo que uno siempre pretende ser.

De repente y por azares del destino, incumpliendo toda ley física relativa a la mala suerte y colándome por el lugar idóneo, bien engrasado, me encontré con gentes que disfrutaban de este trabajo y como los que están a punto de morir y se ven desde una levitación, mi mente era incapaz de entenderme vestido de profesional, hablando con profesionales y sintiendo. Mi vida era una isla de felicidad con ganas de compartirlo todo. Me daba la sensación de comenzarla ahora. Y como nuevo iniciaría mi andadura en el ultimo de los puestos, lo que se denomina campana ....

El campana, obsea, el mas nuevo de todos, en su primer día, a modo de tradición, invita a comer a todos los compañeros que a la mesa se sienten. En este día era yo quien hacia de campana y por tanto de “paganini invitador”. Nunca en mi vida me había sentado tan bien un “convite”.

Mi sueño hecho realidad. Y la única lastima sería que no podría compartirlo con mi abuelo, ni poder explicarle a nadie cuales eran mis sentimientos tan aumentados es estos instantes precisamente por como, dónde y con quién me encontraba. ¿Ustedes han tenido alguna vez un sueño que se ha hecho real?. Creo que si. Entonces les será fácil entenderme.

Este era de los tres que he vivido el mas intenso y los otros dos anteriores lo fueron intensísimos, pero quizás estos dos pisaban áreas diferentes. Pertenecían a mi parte sentimental y no estaban cerca de mi yo. De ahí quizás venga la explicación de que conseguir a la mujer a la que se ama y con ella y fruto de un amor apasionado, tener un hijo maravilloso, tengan una intensidad diferente e incluso menor que ser bombero.

El día iba bastante bien, para comer tuvimos cordero y en la mesa, conmigo, todos los que conviven en el turno, salvo algunos que se encontraban librando.

Librar es descansar. Como hacemos turnos de veinticuatro horas de trabajo interrumpido, descansamos dos días siguientes al ya trabajado, volvemos a trabajar otras veinticuatro horas y ahora el descanso se amplia a cinco días. Con los que nunca se trabaja mas horas de las permitidas en todo tipo de trabajo, con la particularidad que al condensar el trabajo en días completos te queda mucho de tu tiempo libre para llevar una vida hoy por hoy envidiada.

Sigo...

La tensión originada por la espera desapareció rápidamente y enseguida aparecieron los primeros chistes y los comentarios repetitivos sobre la aparición de algún fuego, a media noche, al son de la frase ... “¡Esta noche hay una fiesta.!” cabecera de una canción de los años sesenta que aparece entrelazada en las mentes de los que superamos la cifra de los treinta años.

En todo el día no tuvimos mas que risas, entrenamientos, juegos y espera, mucha espera.

Justo después de la cena, comida a la que solo yo estoy invitado por mis compañeros, nos dispusimos a dar el paseo nocturno por el patio para rebajar un poco la ingesta, momento en el que sonó el teléfono.

Parecía una de tantas llamadas que la central de comunicaciones hace en comprobación de alguna cosa, pero ¡que va!, la Central daba aviso telefónico para dar la salida a la primera dotación, por la aparición de un fuego en una, en principio, fábrica de puertas de madera.

Había empezado la fiesta, esta noche..... y en la Bomba (camión de los bomberos) íbamos cuatro ya amigos. Miguel, Luis, Emilio y yo, el novato.

El siniestro se encontraba a unos cuarenta Kilómetros de distancia de nuestro parque, por lo que tardaríamos en llegar alrededor de una hora. Tiempo suficiente para colocarse la totalidad del equipo personal y estar preparado para lo que hubiese.

A unos 20 Km. del lugar ya divisábamos el umbral, por un destello claro de color amarillo rojizo que comenzaba a acelerar nuestras pulsaciones y a subir la adrenalina.

Quizás era ese fuego con el que todos soñamos nos ocurra algún día. Un incendio de grandes proporciones y una noche para velarlo.

A unos cinco Km. de distancia el destello era impresionante y nuestro asombro mayor. Como si hubiera salido el sol desde ese punto. El fuego, iluminaba el pueblo donde se encontraba enclavado y, al entrar, daba la sensación de encontrar, una verbena de fiesta patronal. Aún nos quedaba un tramo pequeño para llegar y hacíamos cábalas sobre como hacer las instalaciones de los tendidos de nuestro “mangaje” siendo tal el fuego y tan pocos nosotros.

Debíamos de haber llevado una cámara de fotos porque sería difícil explicar lo que estábamos viviendo y viendo.

Una curva y tras ella el fuego que cubría todo el negro de la noche y recogía, con su intensidad de luz, la iglesia del pueblo, sin quemarla, sin dañar sus piedras, solo la acariciaba levemente desde una prudente distancia.

Dios mío, que fuego. No era una fábrica de puertas, era el almacén de los despojos de madera de doce fábricas. Unas sesenta mil toneladas de esta viruta de maderas recogida en un montículo, durante años, por el que incluso existían calles por las que circular los camiones en el momento de las descargas de mas virutas y a las que habían asignado nombres o números.

Para que se hagan una imagen de la magnitud de dicho fuego éste tenía una longitud de unos mil metros, una altura de unos cinco pisos y una anchura de unos sesenta metros. Un imperio en madera. ¡Cuanto bosque ardía en llamas!.

Nuestra misión, ante la pequeñez de nuestra presencia, y las pocas posibilidades que teníamos de apagar esta gran bestia, no era otra que contener el fuego, darle una dirección y evitar con ello que se pasara a una nave contigua que contenía, en su parte central, un generador industrial de diez mil toneladas y un depósito de gasóleo de unos cuarenta y cinco mil litros. Además de evitar que el calor en su radiación incendiase un montículo de polvo de madera de grandes dimensiones paralelo al que estaba en llamas.

Para ello y sobre dos tendidos de cuarenta y cinco formamos dos grupos, Miguel y Emilio en uno Luis y yo en el otro. Entonces comenzamos a ver a otros servicios de bomberos de la zona (Villacañas, Ciudad Real y un camión de Protección Civil con dos voluntarios)... Ya estábamos todos...

El calor era abrasador y con ello la temperatura a una distancia de unos veinte metros excesiva para el cuerpo humano. Incluso con los trajes Bringston se hacía duro trabajar sobre esas distancias.

Tardamos en tener con nosotros un mando que nos dirigiese durante la, digamos, primera fase que siempre es la mas importante, porque trata de la organización de los tendidos y la clasificación de los grupos de trabajo. Esto lo montamos nosotros para hacer una primera exploración y ataque a fuego en la zona asignada.

No se me olvidará la visión de Emilio y Miguel introduciéndose por un esquinazo de la nave hacia el deposito de Gasóleo. Parecía como si el fuego, hambriento, se los engullese rápidamente sin poder rescatar ni tan siquiera el bulto de sus contornos.

A medida que llegaban al lugar indicado Luis y yo nos preparábamos para hacer una segunda incursión al mismo lugar relevando así a estos dos.

Calculo que las incursiones duraban entre quince y dieciocho minutos contando con la ida y la vuelta. Momentos en los que el ruido atronador del fuego nos cobijaba haciendo de las palabras un mera anécdota de sonidos despreciables. El cielo, negro, iluminado y la luz de diferente color a la del día. Un espectáculo que atrae hacia el interior, como si en el centro de la bestia se encontrase en vez del olvido, el cielo o la virtud del mejor lugar.

A Luis y a mi en una incursión nos dio un golpe de calor. Creo que pudo ser por quedarnos entre dos fuegos sin agua y volver hasta la Bomba despacio, como si no tuviera importancia. Esta novatada nos hizo pasar mucho calor gratuito.

Mareo, dolor de estómago, sueño, apatía y vómitos eran los primeros síntomas. Los otros dos colegas, nos relevaron, doblando en las incursiones hasta que un poco recuperados volvimos al ataque mas por el gusto de este trabajo que por el cuerpo que se nos había quedado.

Una hora mas tarde de llegar nosotros apareció el único mando que veríamos en toda la noche. Un tipo majo, Acisclo. Hombre ya curtido, profesional de su trabajo, valiente y creo que entendedor del sentir de los demás. Con él, todo este trabajo no adquirió tensión y como lo único que debíamos hacer era contener, pues contuvimos, contuvimos y contuvimos.

La noche no se hizo demasiado larga, mas me hubiera gustado a mi, pero el tiempo no perdona y con el paso de las horas dieron las once de la mañana y vino el relevo. Otros compañeros, otra historia, otros ímpetus, otra ilusión.

Quizás la imagen que al paso del tiempo aún perdura en mi conciencia es la que correspondió a la salida del sol, tras la aparición de la luz. Me recordó el título de una novela preciosa de John Steinblek, “al este del Edén”.

Háganse una idea. El sol, como un gran plato amarillo que se esconde detrás de una pared, iba apareciendo, lentamente, como si quisiera ser visto con todo lujo de detalles. Y con él, una claridad espantosa que se posaba sobre el fuego y pintaba las brasas de tintes plateados y grises. Parecía una reunión gitana donde primos lejanos se unen para cantar a Dios, sus “cansiones” y deleitar al espíritu con bailes de huesos femeninos al son de muchas palmas. Minutos después el Sol entero hacía de fondo de escenario para la bestia que daba la sensación de encontrarse feliz entre tantos tonos de luz, haciendo incluso competencia a la claridad con sus largas llamas.

Y así durante ocho días que duro el fuego. Hasta que la bestia dejo de echar, de escupir calor, luz. Y como nos tiene acostumbrada la vida, la gran hoguera se durmió cansada, entre vanidades, después de tantos días de batalla. Porque entre tantos límites, hasta el mas feroz busca el descanso.....

En el eterno preocupante, que existe en todos y cada uno de los individuos, hay un otro yo que se limita a reescribir todo lo que los sentidos recogen en su paso por el tiempo. Quizás las imágenes de lo acontecido no quepan en el tapiz del escribiente y sea duro comprimirlo para almacenarlo con mas recuerdos. Quizás otros momentos, mas digamos cortos, desplacen a los ahora contados sin necesidad de expresar, en el movimiento, ni un solo impulso de rabia....

.... a mi me encantó.

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